A propósito de las
elecciones presidenciales celebradas en Venezuela el pasado 7O, durante la
campaña electoral surgieron diversas manifestaciones de apoyo a los candidatos
que conformaban la contienda. A su vez, no faltaba quien invitase a votar a
conciencia, dado el carácter de ‘cruciales’ para el país que significaban estas
elecciones. Entre las distintas manifestaciones, hubo una en especial que
surgió a través de las redes por medio de un entrañable amigo, que indicaba lo
siguiente: “Usted, con derecho, puede ser chavista, pero a estas alturas de
nuestra historia no puede ser, a la vez, un demócrata. Para ser chavista y
demócrata necesita, además de creer en el “Proceso”, creer en la
alternabilidad. Entonces, o bien es chavista o bien es demócrata. Y si decide
no ser demócrata, y si decide entonces devaluar su capacidad de elegir; si
decide, en suma, elegir no tener que elegir más, ¿por qué, pues, no permite que
elijamos por usted?”.
Al leer tan excelente
planteamiento, no pude evitar compartirlo en mis redes sociales. Lógicamente,
no faltaron los ofendidos que me aseveraron que en Venezuela existe democracia
y alternabilidad porque hay elecciones y porque los mandatos son revocables.
Ante esa aseveración, respondí con argumentos legales por qué en Venezuela no
existe una democracia propiamente dicha. Al mismo tiempo, esperé los resultados
del 7O y corroboré, con creces, mi afirmación.
Como estudiosa del derecho,
debo indicar que democracia no solo es “gobierno de las mayorías” ni
“celebración de comicios”. Tampoco implica que los mandatos sean “revocables”.
No, rotundo. En democracia, son imprescindibles una serie de elementos
fundamentales que constituyen su esencia y que, faltando uno de ellos, el
sistema se corrompe y se desvirtúa:
1) Alternancia en el
ejercicio del poder: la ‘alternancia’ es, según el DRAE, “en política, cambio
de gobierno”. En el caso venezolano, no existe cambio de gobierno desde hace 14
años, aproximadamente. Continuamos siendo gobernados bajo la misma figura quien
participa indefinidamente en todos los procesos electorales y como resultado,
la ‘democracia’ deviene en elementos personalistas y autocráticos, acentuando
las arbitrariedades en el ejercicio del poder. Bien lo indicaba Simón Bolívar:
“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano
en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecer y él se acostumbra a mandarlo,
de donde se origina la usurpación y la tiranía”. Entonces, en la práctica no
existe alternancia en Venezuela como elemento fundamental de la democracia,
pero es que hay más.
La Constitución Nacional
textualmente establece: “El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y
de las entidades políticas que lo componen es y será siempre democrático,
participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista
y de mandatos revocables”. Estos son los denominados en Derecho Constitucional,
“principios fundamentales”. Ahora bien, remontémonos al pasado 2D 2007 y la
solicitud de “enmienda” que pretendía suprimir la ‘alternancia’ como principio
fundamental, y así permitir al presidente la continuidad indefinida en el
ejercicio de su cargo. La mayoría (50,7%) decidió que NO quería que se
eliminara este principio. Sin embargo, la “decisión soberana del pueblo” fue
irrespetada ya que posteriormente se convocó a un mecanismo de “reforma”,
obviamente inconstitucional, que finalmente decantó por suprimir el principio
de alternancia. ¿Por qué inconstitucional? Porque el asunto ya había sido
decidido en una consulta previa (la del 2D 2007), pero pudo más la
inconformidad del jefe de estado que el apego a las leyes, a la Constitución, y
más importante aún, a la decisión de la mayoría. Al mismo tiempo, fue
inconstitucional ya que la ‘reforma’ como tal “tiene por objeto una revisión
parcial de la Constitución y la sustitución de una o varias de sus normas que
no modifiquen la estructura y principios fundamentales del texto
constitucional” (Constitución de Venezuela, art. 342). Es decir, se volvió a
efectuar otra consulta sobre el mismo tema que ya había sido rechazada
previamente bajo una figura que no correspondía con el propósito de lo que se
estaba consultando. Más grave aún, ninguno de los poderes públicos condenó o se
pronunció sobre la arbitrariedad legal que se cometió en ese momento, por lo
que resulta evidente que, gracias a triquiñuelas legales, se eliminó el
principio fundamental y constitucional de alternancia en el ejercicio del
poder.
2) Separación de poderes: el
gobierno de Venezuela siempre se ha vanagloriado del hecho de ser pionero en
incorporar dos poderes públicos más a los tres históricamente conocidos. Así
tenemos que existen en este país 5 poderes públicos: legislativo, ejecutivo,
judicial, electoral y ciudadano. Sin embargo, todos, absolutamente todos los
poderes públicos siguen las directrices gubernamentales, y este es un hecho
público y notorio. Basta con poner un ejemplo, uno solo de miles:
Basta con ver el canal
oficial para escuchar a sus representantes inclinarse abiertamente a las
órdenes presidenciales, obviando su principal función que es estar al servicio
de los ciudadanos. Por lo tanto, sin separación de poderes, no existe
imparcialidad ni objetividad en el ejercicio del mismo. Decía Montesquieu:
“Solo el poder frena al poder”. Mientras existan vicios en el ejercicio del
poder público, la democracia se encontrará bajo constante amenaza.
3) Respeto a las minorías:
si bien es cierto que la democracia es el “gobierno de las mayorías”, para que
exista una democracia real, es imprescindible respetar a las minorías y en
Venezuela, también es público y notorio, no existe el más mínimo respeto hacia
los ciudadanos que no apoyan el proyecto gubernamental (siendo este minoría o
mayoría). Ejemplos de ello:
Más: resultados de las
últimas elecciones parlamentarias donde, a través del método “Salamandra” o
“Gerrymandering”, la oposición obtuvo más votos y menos parlamentarios. Está
claro, por ende, que no se respeta a nadie, ni a las mayorías ni a las
minorías.
4) Pluralismo: que implica
la diversidad de pensamientos e ideas, elemento este que se “esfumó” en la
política venezolana. Para nadie es un secreto que los pensamientos diferentes
no son tomados en cuenta, las voces disidentes son perseguidas, insultadas, vejadas,
humilladas, sometidas al escarnio, a la burla, al desprecio. Muchos personajes
que hacen vida en la oposición política venezolana se encuentran ilegalmente
detenidos sin la más mínima condescendencia por sus DDHH; otros observan el
escenario desde el exilio. Basta con encender la TV venezolana, sintonizar el
canal del “Estado”, ver “La Hojilla o cualquier cadena presidencial. Insultos
van y vienen y los problemas que aquejan a los venezolanos no son resueltos.
Como añadido, quienes delinquen y violan las leyes están amparados bajo la
sombra de una descarada impunidad.
Para concluir, está visto
que la democracia no es un asunto de cantidad sino de calidad. Pueden existir
elecciones en Venezuela pero si no se garantiza el ejercicio de los derechos ciudadanos,
si no se garantizan sus libertades, cualquiera sea su tendencia política, no
puede existir una democracia real. Si no hay alternancia en el ejercicio del
poder, si no existe separación de poderes, si no se respeta a las minorías y la
disidencia es perseguida, no hay democracia. Todo gobierno que se precie de ser
democrático tiene como deber respetar la Constitución, actuar apegado a las
leyes, garantizar el ejercicio de los derechos ciudadanos y respetar la
pluralidad de opiniones, sean favorables o adversas. De lo contrario, estamos
en presencia de un gobierno arbitrario y autoritario. De nosotros, los
venezolanos, dependerá si seguimos permitiendo que se violen las leyes y la
Constitución, si se sigue irrespetando la voluntad de los ciudadanos, si
continuamos pretendiendo que en el país no ocurre nada mientras el sistema
democrático se tambalea.